07/07/2008
El ex integrante del Consejo de Equidad y director de Infocap -la "Universidad del trabajador"- está en contacto diario con trabajadores muy pobres y con alta vulnerabilidad social. "Tenemos que avanzar a que nuestros salarios sean capaces de permitir que el chileno pueda vivir con dignidad, salir de la pobreza y darle una calidad de vida decente a su gente", dice tajante.
(Extracto de la entrevista al director de Infocap, padre Luis Roblero, publicada en Boletín Oficial correspondiente al mes de junio de 2008)
El sacerdote jesuita Luis Roblero fue uno de los más de 40 miembros que conformaron el Consejo Asesor Presidencial Trabajo y Equidad creado por la Presidenta Michelle Bachelet -en agosto del año pasado-, en momentos en que las reivindicaciones de los trabajadores y el debate sobre salario justo asumían un creciente protagonismo.
Tras ocho meses de trabajo, al padre Roblero le queda un doble sabor de su participación en la Comisión Institucionalidad y Relaciones Laborales de ese Consejo:
"Era gente muy buena; hice buenos amigos, un grupo humano muy rico, pero era un grupo técnico. Un grupo que no tenía mucho conocimiento de piel de lo que verdaderamente ocurre en este tema. Los números no tenían rostro. Pero cuando el trabajador tiene rostro, tiene historia, familia, es muy distinto a como uno lo entiende cuando solamente es un mercado laboral. Estos son seres humanos que trabajan para vivir y para crearle valor a su vida y a su patria. El mundo es más que lo económico".
Padre, ¿qué importancia le otorga usted a la organización de los trabajadores?
Las organizaciones sindicales son fundamentales en un país que tiene como sistema de Gobierno la democracia. Los sindicatos son, en el fondo, agrupaciones de intereses individuales que se organizan y se transforman en intereses colectivos. En una democracia, normalmente el gobierno del pueblo se traduce en un gobierno de la ciudadanía, una ciudadanía con intereses, dispuesta a discutir, a conversar. Desde esa perspectiva es importante considerar que cuando hablamos de sindicalismo, cuando hablamos de organizaciones laborales, de trabajadores, estamos hablando, en definitiva, de democracia. Por eso, cualquier tipo de ley, cualquier práctica que vaya en contra de las organizaciones de trabajadores, finalmente se está poniendo en contra de la democracia.
¿Y eso está sucediendo en Chile?
Creo que sí. Nosotros somos hijos de nuestra historia; tenemos un país con muchas heridas todavía, aunque se nota que el pueblo está mucho más reconciliado, más tranquilo. La gente común y corriente, los que andamos por la calle, los que tomamos micro, vemos un país mucho menos temeroso y mucho más tolerante, que está dispuesto a conversar y ponerse de acuerdo en los distintos intereses que existen en la sociedad. Sin embargo, las cúpulas partidistas, en general toda la plana más dirigencial, está muy ideologizada. Yo diría que existe un temor muy fuerte a lo que es mundo sindical.
De parte de los empresarios...
En general. En la retina del ojo está metido esto de que el sindicalismo es incapaz de dialogar, que es egoísta, que se interesa solamente en sus propias necesidades y no es capaz de tomar en consideración lo que ocurre en la realidad. Existe la imagen de un sindicalismo que le echa para adelante y arrasa con todo, que le da lo mismo la empresa y la productividad, pero eso es un mito.
Pero en nuestra legislación existe algún grado de protección al sindicalismo.
Pero no es suficiente. Todo lo que promueva el capital social, el ponernos de acuerdo para impulsar ciertos intereses es fundamental, porque eso genera cohesión social. Pero si la articulación colectiva de derechos, de intereses, se torpedean con -por ejemplo- grupos independientes negociadores, eso es fatal para la democracia y una concepción del hombre muy egoísta.
SINDICATO Y HUELGA
En su opinión, ¿esos grupos perjudican los objetivos de las organizaciones de trabajadores?
Por supuesto. Hay un valor mucho más importante cuando uno promueve sus intereses colectivamente; hay todo un ejercicio ciudadano detrás. Ponernos de acuerdo, juntarnos, reunirnos, trabajar, hacer un pliego, tomar en cuenta lo que dice el compañero, el camarada, el sujeto, el trabajador, eso es sumamente importante. Hoy tenemos legitimado por ley y por práctica lo de los grupos negociadores. Eso es un atentado contra la democracia.
De todas maneras, existe el recurso de la huelga...
Para los trabajadores, para los empresarios y para nadie la huelga es buena; todos salimos perjudicados. El tema es que en ciertos casos extremos se debe tener el recurso de la huelga, porque la asimetría del poder es tan fuerte, que se hace necesaria una herramienta para -al menos- negociar, dentro de lo que se pueda, un poco simétricamente.
¿Y por qué no hay acuerdo para introducir los cambios legislativos necesarios que permitan el reemplazo de trabajadores en huelga?
Este fue uno de los temas que se trató en la Comisión de Equidad, uno de los tantos temas a los que no se llegó a ningún consenso.
¿Cuál o cuáles fueron los inconvenientes para no alcanzar un acuerdo?
Me parece que se le tiene miedo a las organizaciones sindicales; se las ve como un atentado contra el crecimiento del país. Hay un discurso muy económico que hace del trabajador un ser productivo, y punto. Ese trabajador, en aras del crecimiento del país, tiene que estar dispuesto a sacrificar el todo por el todo.
¿Qué reflexión emerge de este escenario?
Que es una visión bastante miope de la realidad, porque en el fondo no consideran que ese trabajador es también un ser humano, y que finalmente el crecimiento de un país no depende solamente de lo económico, sino también del crecimiento humano, en dignidad, en calidad de vida.
EDUCACIÓN Y DIGNIDAD
Ese sentimiento me imagino que ustedes lo viven a diario en Infocap. Sus alumnos son trabajadores muy pobres y marginados.
El sentimiento de la gente cuando llega a Infocap es el del desarraigo, el de no pertenecer a ninguna parte. La pobreza no es solamente no tener lo mínimo para vivir, sino también no pertenecer a nada ni nadie. Eso es súper dramático.
¿Qué solución hay para reparar esta injusticia?
Se repara con educación, con capacitación, pero también con devolverle la dignidad a la gente. Si ellos son capaces de entender que tienen una misión en nuestro país, que tienen algo que aportar, algo que decir y que eso que dicen es importante, bueno, con eso se va restaurando un poco la dignidad del ser humano.
Estos, ¿fueron temas de conversación en el Consejo de Equidad?
Costaba mucho que entraran; la Comisión fue una comisión técnica...
Pero estas no son materias técnicas. La equidad no es un problema solamente técnico.
Bueno, esas eran nuestras grandes discusiones... Cuando uno dice: la gente quiere participar... eso suena a música celestial. O si dice que la gente tiene derecho a organizarse... eso es una cuestión política. Pero no sólo es político, en eso se juega mucho la dignidad del ser humano.
Parte de la dignidad tiene que ver con la necesidad de los trabajadores de percibir un salario justo, un tema puesto sobre el tapete por la Iglesia Católica.
En este tema yo creo que la justicia social no puede estar subsidiada eternamente. A mí no me gusta que me regalen nada; me gusta ganarme mis cosas y que mi sueldo refleje mi esfuerzo.
¿No está de acuerdo con los subsidios?
El subsidio laboral me parece muy bien; es algo que va a ayudar mucho a la gente pobre, pero si eso es una política permanente, como país, creo que es una muy mala señal. Nosotros tenemos que avanzar a que nuestros sueldos sean justos, que cada uno reciba lo que merece.
¿Justo o digno?
El sueldo justo siempre es un sueldo digno; el sueldo justo genera dignidad. Tenemos que avanzar a que nuestros salarios sean capaces de permitir que el chileno pueda vivir con dignidad, salir de la pobreza y darle una calidad de vida decente a su gente, pero no lo podemos acostumbrar a una justicia o una equidad subsidiada.
Vea la entrevista completa en Boletín Oficial de la Dirección del Trabajo correspondiente al mes de junio de 2008.