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Difícil, pero no imposible, será para los choferes de micros concretar el enorme cambio cultural que implicará pasar del actual caótico modelo de locomoción colectiva al esperado Transantiago.

Según los especialistas, lo que está claro es que será un proceso lento y en el cual sólo algunos tendrán éxito: aquellos que sean capaces de aceptar esta anunciada revolución del transporte público en la Región Metropolitana, de verla como una modificación positiva y, principalmente, de adaptarse a ella. La sicóloga social Celina Carrasco, de la Dirección del Trabajo, estima que este gran cambio previsto para iniciarse en agosto próximo "será un proceso difícil y muy complejo" para los trabajadores involucrados, por lo cual ella no se aventura a determinar plazos.

No se trata de que los conductores se acomoden en un par de meses a las nuevas reglas del juego, dice, ya que este tipo de cambios culturales "requieren de tiempo y de mucha información previa".

Uno de los principales factores que incidirá en el éxito del cambio será la personalidad de cada uno de los choferes. "No todos los seres humanos reaccionan igual: habrá algunos que se adaptarán a las modificaciones y otros que no", reseña la sicóloga, quien se desempeña en la Unidad de Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo del Departamento de Fiscalización de la Dirección del Trabajo.

Tampoco será sólo un tema de adaptarse. El gremio teme que Transantiago deje sin trabajo a un número importante de los actuales 14.000 choferes. Ello se debe a que en agosto de 2006 tiene que reducirse en forma drástica el número de micros: de los 7.753 buses con que se dará inicio a Transantiago, en agosto de 2005, se pasará a sólo 4.657 en apenas un año de operación del nuevo sistema.

Los empresarios, no obstante, aseguran que se trata de un miedo injustificado. Héctor Moya, presidente del directorio de Su-Bus Chile, la empresa que se adjudicó el troncal 2, asegura que "la cesantía va a ser cero en agosto de 2005, porque incluso habrá más puestos de trabajo. Serán 2,5 conductores por máquina, un cambio brutal, porque los transportistas estábamos acostumbrados a comprar un bus y a asignárselo a una persona. Eso cambiará, pues para operar empresas de esta magnitud se trabajará con sistema de turnos, igual que un hospital".

El cambio de "Chip"

Cifras más, cifras menos, lo que sí tendrán que hacer los actuales choferes será un giro en 180 grados respecto de su actual forma de trabajar: ahora serán contratados por la empresa -la cual tendrá que regirse por el marco legal existente en Chile en materia laboral- y recibirán un sueldo fijo, sin más porcentajes por boleto cortado y, por lo tanto, sin más carreras locas ni detenciones sorpresivas en procura de un pasajero.

Por eso, una de las mayores interrogantes de Transantiago es saber cuánta de esta maravilla se hará realidad, considerando que el gremio más odiado del país -y el peor catalogado por los usuarios- lleva décadas trabajando en la informalidad.Como se trata de un cambio radical, es lógico que se produzca un importante grado de resistencia entre los afectados. La sicóloga Celina Carrasco explica que "mientras mayor sea el cambio y mayor la importancia que la persona le otorgue a él, más grande será su resistencia. Esto se debe a que existe una cultura de la organización y del grupo, lo cual otorga una cierta identidad a la persona; al cambiar esa cultura, surge la resistencia como un mecanismo natural de defensa".

¿Y cómo se puede contrarrestar este fenómeno?

En los grupos en que la resistencia es mayor, se debe apelar a que el cambio provoque el menor número posible de temores. Es decir, el cambio debe ser informado, participativo, que las personas se sientan parte de él. Además, todos sabemos que el transporte público es malo y tiene una mala evaluación de la gente, entonces se requiere modificarlo. Pero hay que convencer a los choferes de que es para mejor.

¿Cómo se los puede convencer, si ellos llevan años trabajando en la informalidad?

Se debe apelar a lo necesario y positivo de cambiar el actual escenario, porque ellos saben que existe una apreciación negativa de los usuarios. No creo que los conductores puedan negarlo. Por eso, hay que resaltar las ventajas: que se va a profesionalizar su actividad, que ahora van a tener una formación previa y que su trabajo va a tener mayor seguridad, porque habrá mecanismos de control y la organización será mejor, con sistemas de turnos y fiscalización de los horarios, todos elementos muy favorables para el trabajador.

La gran duda es si ellos realmente van a poder cambiar de "chip" y comportarse de una manera radicalmente distinta.

Eso dependerá de la personalidad de cada uno, por eso tendrá que haber un proceso de selección importante. No todos van a poder adaptarse bien y eso hay que asumirlo: hay gente que va a quedar fuera del proceso. Los que mejor se adaptarán serán los más flexibles, más seguros de sí mismos y con mayor autoestima. Y la selección del personal, que debería hacerla personal capacitado, permitirá que queden los trabajadores más responsables, más capacitados, que respeten las normas, no consuman drogas y tengan mayor voluntad de servicio público.

¿Qué consejo profesional les daría para que logren adaptarse?

La clave es tener apertura ante el cambio, aceptarlo, tener una actitud positiva hacia él. También hay que capacitarse, ser autocrítico, valorar las habilidades y reconocer las áreas más débiles del trabajo. Y en todo este proceso también juega un papel muy importante la motivación, porque hay una evaluación negativa del desempeño actual de los choferes y, por lo tanto, existe una necesidad de cambio. Se requiere que el transporte público sea eficiente, técnicamente bueno y seguro, como el Metro.

(Fuente: Las Últimas Noticias / www.lun.cl / Suplemento Transporte)