27/08/2004
"Cabe preguntarse si la gran cantidad de horas laborales por individuo no es parte integrante también de la baja productividad individual del trabajo, como se refleja en la posición sostenidamente baja de nuestro país en los mismos rankings que miden la duración de la jornada".
Nuestro país ha resuelto muchos problemas del subdesarrollo, lo cual se expresa en unas de las más altas expectativas de vida en América Latina, pero todavía los chilenos experimentamos notorias desigualdades, niveles indeseables de inseguridad ciudadana, "estilos de vida" poco saludables y una manera de trabajar todavía lejos del concepto de "trabajo decente", que propone la Organización Internacional del Trabajo.
En buena medida, la calidad de vida y la calidad de trabajo son caras de una misma moneda. ¿Cómo lograr una mejor calidad de vida en las empresas si sucede que somos trabajólicos y estamos estresados? Aquí cobra sentido la preocupación del sector empresarial por incorporar como parte de su responsabilidad social la calidad de vida laboral de sus trabajadores y la necesidad de equilibrar las demandas del trabajo con la vida personal y familiar.
Necesitamos dialogar sobre un aspecto clave: el tiempo de trabajo, el tiempo de descanso, las tensiones personales y familiares que surgen de la relación entre ambos, por qué se producen y qué está haciendo la sociedad para enfrentarlas.
En Chile, la jornada de trabajo es muy extensa, lo que está ampliamente respaldado por diversos estudios comparativos. Las horas que trabajan los chilenos al año son ostensiblemente más que las horas que se trabajan en las naciones desarrolladas con las cuales competimos comercialmente y suscribimos acuerdos. En comparación con los países europeos, es casi 25% más.
No se trata sólo de la posición relativa que ocupa Chile en una escala de diferentes indicadores, sino de que la duración de la jornada tiene un peso absoluto y es un problema real para la calidad de vida de la gente. La cantidad de tiempo dedicado al trabajo es una pesadilla para los empleados, pero también para los empleadores. La permanencia en los centros de trabajo es muy prolongada y las denuncias e infracciones comprobadas son mayoritariamente en este punto.
En todos nuestros estudios constatamos que, además de las horas ocupadas directamente en las actividades contratadas, se gasta mucho tiempo en actividades en el desplazamiento hacia el lugar de trabajo así como dentro del lugar mismo, que puede alcanzar hasta cuatro horas al día en las grandes ciudades, especialmente en la Región Metropolitana. Estas horas, que no son remuneradas habitualmente, no pueden utilizarse para otras actividades personales. Son indispensables para los procesos productivos, pero desde el punto de vista de las personas, tiempos muertos y no de descanso.
Si se suman los tiempos de un día laboral en horario normal, incluyendo horas extras, traslados, preparación y cierre, se sobrepasan en muchos casos las 12 horas diarias. Esta situación es particularmente complicada, por ejemplo, en los empleados del comercio, sobre todo de las grandes tiendas. Sus largas jornadas no permiten tiempo libre ni en la mañana ni en parte de la noche por el horario de cierre y las tareas de trastienda posteriores (ordenamiento de la mercadería, cierre de cajas, etc.).
Por otra parte, han aumentado los sectores que cumplen jornadas de 12 horas, incluidos los del radio urbano. Si sumamos el promedio estimado en dos horas para desplazarse, resulta que muchas personas dedican 14 horas al día a los asuntos del trabajo.
Los beneficios que pueden tener las nuevas formas de empleo, tales como la "fuerza de venta", el teletrabajo y el trabajo a domicilio, tienen como contrapartida el quedar desprovistos de regulación laboral. Es inevitable que en estos casos se confunda el tiempo de trabajo con el de descanso, con consecuencias negativas para la recuperación y la calidad de la vida social.
Esto tiene, por lo menos, tres consecuencias sobre la calidad de vida laboral: fatiga durante la jornada, baja en los umbrales de alerta (que pueden provocar errores y accidentes), y mayor irritabilidad en las relaciones interpersonales. La suma de ello redunda en menor productividad, empeoramiento del clima organizacional y mayor ausentismo laboral.
Cabe preguntarse si la gran cantidad de horas laborales por individuo no es parte integrante también de la baja productividad individual del trabajo, como se refleja en la posición sostenidamente baja de nuestro país en los mismos rankings que miden la duración de la jornada.
Las actividades laborales modernas requieren menores movimientos y esfuerzo físico, con posturas de alta carga estática. El sedentarismo de 89% de la población chilena, medido por la Encuesta Nacional de Salud 2003, tiene explicación también en la forma de trabajar y en el escaso tiempo para desarrollar actividades físicas regularmente.
Una jornada laboral muy prolongada acarrea además de problemas familiares, empobrecimiento de la vida personal, desconexión de los individuos con los sucesos de la vida nacional, reduciendo su capacidad de procesamiento de información a hechos simples (noticias deportivas o de espectáculos), con una posibilidad casi nula de participación social.
(Publicado en "La Nación", 26 de Agosto de 2004)